El gesto que lo cambia todo
- Isaac R.
- 21 feb 2018
- 3 Min. de lectura

¡Oh Dios nuestro! ¿No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos. 2 Crónicas 20:12
Era el día del juicio para la ciudad de Jerusalén. La coalición de los ejércitos enemigos amenazaba con darle fin al reinado de Josafat. Judá entera agonizaba bajo la angustia de la noticia circundante, tres reinos se habían unido con el único propósito de destruir y conquistar cada una de sus ciudades. Aunque le dieran un arma a cada hombre, mujer y niño, la derrota era inminente.
A Gloria le acababan de diagnosticar que su embarazo se había tornado de alto riesgo. Por varios años había intentado quedar embarazada, y aunque los médicos cada vez le daban menos esperanzas, ella confiaba en que el Señor le daría la oportunidad. Luego de mucha oración y tratamientos, al fin esperaba a una preciosa niña. Pero una vez más la angustia tocaba a su puerta amenazando con destruir su sueño de ser madre. Como si el peligro no fuera suficiente, Gloria sufre un accidente automovilístico. El auto en el que viajaba impacto por un costado contra otro que venía en sentido contrario. Luego de tanto clamar y pedir la bendición de ser madre, ¿iría el Señor a permitir que sus sueños se desvanecieran?
Gloria fue trasladada de emergencia al hospital más cercano. Sus familiares reunidos esperaban la noticia y se preparaban para lo peor. Pero una vez más los labios de Gloria se abrieron para clamar a Dios en auxilio, y en la agonía de su corazón, su oración fue contestada. La criatura aún estaba viva dentro de su vientre. En estado crítico, pero aferrándose a la vida. Las siguientes semanas fueron cruciales para esta familia, hasta que llego el día en que el llanto de la bebe dibujo en sus rostros la más grande sonrisa. Una vez más, Dios había sido fiel.
En el relato con el que introducíamos, el rey Josafat convoca al pueblo a un ayuno. Luego todos se reúnen, y en el versículo 6 de este capítulo, se encuentra la frase que marca una diferencia en la vida de todo aquel que se acerca al Señor en busca de auxilio: “¡En tus manos están la fuerza y el poder: nadie puede oponerte resistencia!”
En otras versiones puede traducirse “nadie puede vencerte”, “es tal tu fuerza que nadie puede resistirte”… pero el común denominador es el reconocimiento de que no hay nada ni nadie en el mundo conocido, ni en el universo creado, que pueda hacer frente a Dios. No hay enemigo que prevalezca en pie ante la presencia de Cristo. No hay tentación que no desaparezca ante el nombre de Jesús. No hay cadena que Dios no pueda romper. No hay lugar del que no te pueda sacar. No hay tristeza ni herida que Él no pueda sanar. Solo debes volver tu mirada hacía Él, y con fe, tener la certeza de que de su mano vendrá la liberación.
El pueblo y Josafat claman a Dios, y de manera milagrosa, los enemigos se destruyen entre ellos. La liberación había llegado. La paz retornaba a los corazones, la alegría volvía al reino. Todo por una simple acción: Haber vuelto los ojos hacia Jehová. Simple, pero no hay nada más efectivo ni poderoso. No importa lo que estés atravesando, ya sabes qué hacer. Porque en sus manos está la fuerza y el poder, y ante Él, nada puede prevalecer.
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