Si Saúl jugara fútbol
- Isaac R.
- 12 feb 2018
- 2 Min. de lectura

El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama. Mateo 12:30
En los deportes, el ser seleccionado como atleta para representar a un país, es quizás el orgullo más grande que puede sentir cualquier deportista. Ir a competencias internacionales, erguir el pecho mientras suenan las notas del himno de su nación, son momentos que emocionan tanto al competidor como a los millones de familias que siguen desde sus hogares las incidencias de la competencia, soñando por supuesto, con que su representante logre la gloria y el aplauso para su país.
Quizás el fútbol es uno de los deportes que más expectativa genera entre las personas. Soñar con ver a su selección ganar un mundial de fútbol, es para muchos, el sueño más grande como aficionados a esta disciplina. 11 hombres en cancha, con la oportunidad de escribir un capítulo de gloria y grandeza para su país… Pero no siempre pasa así. En el año 2013, 14 jugadores decidieron pasar a la historia del deporte de su país, no por las victorias logradas, sino por convertirse en la peor vergüenza que el fútbol del Salvador viviría. Catorce jugadores de la selección nacional del Salvador fueron suspendidos de por vida en este deporte, al resultar involucrados en el amañamiento de partidos, o entiéndase mejor, dejarse ganar los juegos o estar dispuestos a modificar los resultados, con tal de embolsarse algo de dinero extra.
¿Cómo es que alguien pasa de ser el orgullo de su país, a ser la mayor vergüenza? La misma enfermedad que contagió a estos hombres, la vemos registrada en la vida del primer rey de Israel. Saúl, de quien se dijo: “Entre los hijos de Israel no había otro como él”, “Ungido del Señor”, años más tarde Dios mismo diría: Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl”.
Elegidos para cambiar la historia, tanto Saúl como los jugadores de la selección de fútbol, habían olvidado el propósito por el cual habían sido llamados y a quién se debían. Saúl no cumplió con las instrucciones de Dios de acabar con los Amalecitas y todo lo que les perteneciera. A él le pareció buena idea hacer prisionero al rey y guardar los mejores animales para ofrecerlos en sacrificio a Dios. A los jugadores de la selección del Salvador les pareció bien el hacerse de un dinero extra, que seguramente repercutiría en brindar mejores beneficios para sus familias. Pero el cumplir su parecer, en ambos casos culminó en el rechazo y el oprobio.
No es lo que nosotros pensemos que es mejor, sino lo que Dios pide. Punto. Y como diría el presidente de la federación salvadoreña de fútbol en ese momento: “Las personas son pasajeras, las instituciones son permanentes". Los planes de Dios no cambian. Tú decides si recoges o desparramas.
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